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2018 Edición
  • 150 Años de Lucha

Instituto de Historia de Cuba

 

«… este primer centenario del inicio de la lucha revolucionaria en nuestra patria es para nosotros la más grande conmemoración que ha tenido lugar en la historia de nuestro país».

«¿Qué significa para nuestro pueblo el 10 de Octubre de 1868? ¿Qué significa para los revolucionarios de nuestra patria esta gloriosa fecha? Significa sencillamente el comienzo de cien años de lucha, el comienzo de la revolución en Cuba, porque en Cuba solo ha habido una revolución: la que comenzó Carlos Manuel de Céspedes el 10 de Octubre de 1868 y que nuestro pueblo lleva adelante en estos instantes».

Discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, en el resumen de la velada conmemorativa de los cien años de lucha, efectuada en La Demajagua, el 10 de octubre de 1968. 

Carlos Manuel de Céspedes, un “…volcán, que viene,

tremendo e impetuoso, de las entrañas de la tierra…”

al decir de José Martí

El 10 de octubre de 1868, el tañido de las campanas del ingenio La Demajagua, propiedad de Carlos Manuel de Céspedes, movilizaba por razones diferentes a las acostumbradas. El grupo de conspiradores manzanilleros allí presente asistió, por vez primera, a la proclamación de la independencia de Cuba del colonialismo hispano y escuchó las razones que motivaban semejante decisión. En el manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba o Manifiesto del 10 de octubre, redactado y leído por Céspedes, se explicaba a Cuba y al mundo, la decisión del pueblo cubano de romper con la metrópoli: España gobernaba a su colonia “con un brazo de hierro ensangrentado”.

La decisión de ruptura con el orden colonial partía, en rigor, de la desarticulación de las instituciones y dogmas consustanciales al estado de derecho vigente. A la abolición de los impuestos y demás exacciones gubernamentales, se unía el reclamo de las libertades de expresión, reunión, pensamiento, asfixiadas por “la despótica autoridad” del gobierno peninsular, así como la abolición gradual y con indemnización de la esclavitud. Estas manifestaciones públicas procuraban presentar como soluble la identificación entre los principios de la revolución y el respeto a los derechos considerados inalienables del hombre, entre ellos el derecho de propiedad, de la que formaban parte los esclavos. La maniobra discursiva buscaba identificar a los propietarios esclavistas con la causa independentista.

No obstante la moderación jurídica mostrada por el abogado revolucionario que se pronunciaba a nombre de una Junta Revolucionaria de alcance nacional, contrastaba con el accionar radical del líder, que partía de una racionalidad diferente. Al liberar a sus esclavos, acto imitado por los propietarios convocados, y arengarlos a la lucha por la independencia de la Isla, estaba reconociendo la importancia de la abolición como principio consustancial al proyecto revolucionario.

En el orden táctico, el alzamiento se realizaba a contrapelo de los criterios de otros conspiradores del centro-oriente de la Isla, quienes, en reuniones previas, expusieron la importancia de postergar las acciones con vistas a disponer de las circunstancias y los recursos necesarios para el sostenimiento de la contienda.

La decisión de Céspedes, en cambio, tenía en cuenta, tanto el descontento interno agravado en condiciones de crisis, como la inestabilidad existente en España tras la revolución de septiembre de 1868 que derrocó a la reina Isabel II.

Mayor General Máximo Gómez Báez - Mayor General Luis Marcano

La consumación del levantamiento de La Demajagua propició el desencadenamiento de otras acciones revolucionarias entre los meses de octubre y diciembre. Al fracaso en Yara, le sucedió la toma de Jiguaní y de otros poblados como Baire, Santa Rita, el Dátil, Cauto Embarcadero, hasta llegar al ataque y ocupación de Bayamo el 20 de octubre de 1868, y su elección en centro político y administrativo de la naciente revolución. Ese día, se cantó la letra escrita por Pedro “Perucho” Figueredo Cisneros de la marcha que pasaría a ser el Himno Nacional Cubano. El acatamiento a la autoridad de Céspedes por parte de jefes importantes como Francisco Vicente Aguilera, Donato Mármol, Félix Figueredo, Calixto García y la inclusión de un número notable de extranjeros con experiencia militar entre los que descollaban Máximo Gómez, Luis Marcano y Modesto Díaz, insuflaron fortaleza y prestigio al movimiento.

Aunque los intentos libertadores por ocupar la jurisdicción de Holguín y el poblado estratégico de Tunas fracasaron, otros hechos mostraron la vitalidad de la lucha anticolonialista en el centro-oriente de la Isla. El 4 de noviembre, se produjo el aniquilamiento de una de las columnas enviadas por el alto mando español para la recuperación del enclave bayamés. Las dotes militares de Máximo Gómez se pusieron a prueba al protagonizar la primera carga al machete de la gesta independentista en Tienda del Pino, en las cercanías de Baire.

Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz - Salvador Cisneros Betancourt, segundo Presidente de la República en Armas

Ese mismo día se incorporó Camagüey a la contienda independentista. La Junta Revolucionaria de Puerto Príncipe se pronunció en El Paso de las Clavellinas, bajo el liderazgo de Salvador Cisneros Betancourt, Eduardo Agramonte Piña y Napoleón Arango. La consolidación del alzamiento principeño se alcanzó en Las Minas, el 26 del propio mes, punto de encuentro donde el joven abogado Ignacio Agramonte Loynaz deshizo las intenciones reformistas y desmovilizadoras de Arango en contubernio con el Condede Valmaseda. El apoyo material y moral le llegaría a Agramonte a fines de diciembre por el estero camagüeyano de la Guanaja, lugar de desembarco de la goleta Galvanic, conducida por Manuel de Quesada con hombres y pertrechos de guerra.                                   

Los expedicionarios eran jóvenes habaneros, amigos y admiradores del líder principeño, representantes de amplios grupos del Occidente de la Isla identificados con la causa que motivó el levantamiento de 1868. La burguesía plantacionista y sus representantes en la región, empero, se opusieron, como tendencia, a la opción revolucionaria, asumiendo el independentismo, incluso, como mecanismo de presión para el logro de sus anheladas e inalcanzables demandas reformistas.

Este distanciamiento de los integrantes de la burguesía esclavista del movimiento revolucionario, fue comprendido desde los primeros meses del alzamiento por Céspedes. Las concepciones abolicionistas de los implicados en la insurrección y la propia dinámica del conflicto armado, exigían un redimensionamiento jurídico de la revolución con respecto a la esclavitud. El 27 de diciembre de 1868, el iniciador del ciclo de liberación procedió a dictar un decreto que, aunque condicionaba la libertad de los esclavos a la actitud política de sus dueños, introducía una declaración de principio consustancial a la actitud personal asumida por él en La Demajagua: Cuba independiente era incompatible con Cuba esclavista.

General de División José Ramón Leocadio Bonachea - Mayor General Antonio Maceo Grajales

1868 concluyó con un posicionamiento favorable a los revolucionarios de Oriente y Camagüey. No obstante, las divisiones en el orden de las estructuras directivas y las divergencias en cuanto a concepciones organizativas se impusieron en el campo del mambí desde el primer año de la guerra.

Apenas era el inicio de una intensa década de lucha que culminó con la firma del Pacto del Zanjón, el 10 de febrero de 1878. Cuba no era independiente ni la esclavitud había sido abolida. La histórica Protesta de Baraguá, protagonizada por el general Antonio Maceo Grajales, el 15 de marzo, el acta firmada en Hornos de Cal, Sancti Spíritus, por los seguidores del entonces teniente coronel Ramón Leocadio Bonachea, justo al mes siguiente, y la capitulación del regimiento Jiguaní, el 14 de junio, fueron manifestaciones de intransigencia que mantuvieron vigente la esencia de La Demajagua. Imposible otro derrotero que no fuera el de la independencia, por más que fuera intrincado. El 10 de octubre devino leyenda, y esta, al decir de José Martí, no había muerto.

José Martí

La frustración del ideal martiano de república independiente conllevó a que la tradición de lucha continuara. El 10 de diciembre de 1898 se firmó el Tratado de París, en virtud del cual la isla de Cuba pasaba a ser ocupada militarmente por Estados Unidos. Entre 1899 y 1902, fecha esta última en que se estableció la república neocolonial, las autoridades estadounidenses concibieron los mecanismos de dominación políticos y económicos que garantizarían su control sobre el país durante medio siglo.

Aunque hasta 1958, los gobiernos en turnos respondieron con mayor o menor fuerza a los dictados de los intereses de la oligarquía financiera de Estados Unidos, generaciones de cubanos retomaron las banderas enarboladas por Céspedes y Martí. Las luchas en las décadas de 1920 y 1930, con líderes políticos importantes como Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y Antonio Guiteras Holmes, se formaron al calor de las ideas de los hombres del 68 y en particular en el legado martiano.

Julio Antonio Mella - Antonio Guiteras Holmes - Rubén Martínez Villena

El golpe de Estado de Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952, frustró las esperanzas de un cambio democrático bajo los marcos legales de la Constitución de 1940 y el esperado triunfo del Partido del Pueblo Cubano Ortodoxo. El asalto al Cuartel Moncada por la Generación del Centenario, el 26 de julio de 1953, liderada por el joven abogado Fidel Castro, inició una nueva etapa de lucha por alcanzar la verdadera independencia.

Fidel con la campana de La Demajagua en noviembre

de 1947

Para el líder de la revolución las raíces de aquel movimiento se hundían en las guerras por la independencia; eran los sueños de independencia y los ideales de justicia social, tareas históricas por las que se habían luchado y que estaban por realizar. De ahí que, un siglo después de la gesta cespedista, Fidel Castro, al rememorar la fecha en la velada conmemorativa efectuada en La Demajagua, monumento nacional, en Manzanillo, afirmara que en Cuba solo ha habido una revolución.

Y eso fue lo que hizo la Generación del Centenario que él encabezara. El 26 de julio de 1953, no solo fue el acto viril de jóvenes descontentos con la dictadura de Fulgencio Batista luego de perpetrado el golpe de Estado, fue una muestra de organización e inteligencia, disciplina y astucia para conseguir el armamento necesario, aún el más deplorable, para posteriormente asaltar la segunda fortaleza en importancia del país: el Cuartel Moncada. Allí estarían las armas para el combate. El entonces Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, enfatizaba que no fue la única ocasión en que el pueblo cubano, desprovisto de armas, se lanzaba a la lucha decidido a romper con las cadenas de la explotación, fueran coloniales o neocoloniales, con la certeza de que el abastecimiento de pertrechos militares era posible arrancándoselos a los enemigos: “… si un pueblo está decidido a luchar, las armas están en los cuarteles de los enemigos, en los cuarteles de los opresores”.