El fenómeno de Las Parrandas dentro del mosaico identitario de la Cultura Cubana tiene sus comienzos en la Villa de “San Juan de los Remedios” por el año 1820.
Cuatro elementos la conforman, no todos presentes, ni por igual en las diversas prácticas originarias que han asumido: el Trabajo de Plaza, la Carroza, el Fuego y el Changüí. Farolas, Banderolas y Estandartes heráldicos ondean en manos de sus seguidores, devenidos caballeros medievales, con la maestría e improvisación que permite sus saberes. Los pobladores escenifican su rivalidad por una victoria que nadie mide ni cuenta, amenizada al ritmo de polkas, congas, changüí y cantos retadores.
En las parrandas aparecen formas literarias que conjugan el panorama oral cubano, sobre todo con la existencia de cuartetas y décimas que acompañan a la música y las polkas que son parte de la jocosidad del parrandero, utilizados casi siempre para el enfrentamiento hacia el otro barrio. Encontramos además la música vocal a través de las polkas y cantos, la danza con el arrollar conformando el llamado changüí y las comparsas, el teatro a través de los figurantes que aparecen en las carrozas significando una interpretación réplica acerca de una obra de la literatura universal o cinematográfica.
La música se manifiesta de forma profana y está dirigida esencialmente al entretenimiento, en ocasiones cuenta la historia o temática que guarda relación con el trabajo de plaza y las carrozas, mientras la danza se vincula con modos y sentimientos de cada participante hacia el triunfo de su barrio, con movimientos bien coordinados pero de forma espontánea según indica la música, que sin autoría propia, pues se refugian en el anonimato como en las formas literarias originadas en la pugna constante, afianzando así el sentido de pertenencia y los recuerdos eternos hacia su pueblo y su gente.
La herencia familiar y vecinal en estos procesos culturales se aprecia por la destreza, el dominio y la habilidad de cada artesano constructor de carroza o de trabajo de plaza, de cada electricista, diseñador de vestuario, cada reparador o constructor de instrumentos musicales, cada estandarte, cada farol o insignia, e incluso aquel que se dedica al arte de la pirotecnia; todos aseguran que la práctica tradicional de las Parrandas estén más vivas que nunca.
Las Parrandas constituyen el fenómeno tradicional más arraigado y populoso de la Región Central y uno de los más trascendentales de los que se desarrollan en todo el país, según clasificación tipológica brindada por el Atlas Etnográfico de Cuba: Cultura Popular Tradicional. Pertenecen al sistema carnavalesco cubano. Junto a las “Charangas de Bejucal” y el “Carnaval Santiaguero” conforman la trilogía de las fiestas populares tradicionales consideradas como “Nacionales”. En estos momentos se encuentran registradas y por tanto vigentes, 17 comunidades portadoras de Parrandas, Declaradas Patrimonio Cultural de la Nación en 2013.
Sobre las Parrandas, Fernando Ortiz se refirió: … "Debiera, a mi juicio, favorecerse el desarrollo de esta fiesta popular en la cual hay numerosos gérmenes de cultura artística, que cultivados pueden hacer de las fiestas remedianas, unas de las más atrayentes de la República".
Los elementos comunes de un carnaval, son los desfiles de carrozas, las competencias coreográficas entre comparsas; la música popular tradicional, los bailes multitudinarios; es la apoteosis de la alegría, del perenne choteo, la jarana, el desenfado y el buen humor. No faltan las comidas y bebidas criollas.
Según algunos historiadores, los orígenes de las fiestas de Carnaval se remontan a las antiguas Sumeria y Egipto, hace más de 5,000 años, con celebraciones similares a las de la época del Imperio Romano, desde donde se difundió la costumbre por Europa y luego, a partir del Siglo XV, por América con la entrada de los navegantes españoles y portugueses que nos colonizaron.
En Cuba, los carnavales tuvieron sus inicios mucho antes de 1585 durante las celebraciones del Corpus Christi y la Epifanía. Por esos días los negros esclavos organizaban danzas y marchas colectivas, en los momentos que tenían para disfrutar de algunos días de descanso dados por los amos españoles.
Este fenómeno social en la época colonial, se caracterizó por un marcado acento religioso. Las procesiones se originan cuando el conglomerado de personas se reunía para festejar a las santidades. Algo parecido fueron las comparsas callejeras, los Cabildos de Nación, integrados por los negros africanos que mostraban al público su cultura, además de la Tumba Francesa que llegó con los franceses y sus esclavos haitianos.
Los aportes africanos, franco-haitianos, asiáticos e hispánicos, se expresan en estas fiestas, haciéndose notar sensiblemente en la danza, la música y el vestuario; la incorporación de los mamarrachos y los enmascarados al final de la procesión, se convertía en una fiesta popular. Luego se incorporaron los cabildos y grupos de parranderos que, acompañados de tamboriles, sonajas, bándolas y chachás, entonaban sus cuartetas y estribillos pegajosos para ambientar la llamada fiesta de los mamarrachos.
A propósito de las denominaciones, un Paseo es una comparsa que anuncia su entrada con faroleros y penduleros. De acuerdo al barrio pueden extenderse de una a tres cuadras en su demostración de destreza, llegando a darle vida propia a las farolas y péndulos. Le siguen los bailarines con sus diferentes cuadros en el tradicional baile de pasillo de comparsa. Casi siempre cierran el Paseo las vistosas carrozas.
Los carnavales más reconocidos son los de Santiago de Cuba; La Habana y Manzanillo, este último perteneciente a la provincia Granma.
En nuestro archipiélago también se celebran los “Carnavales Acuáticos”, los más tradicionales son de las zonas costeras de Caimanera en Guantánamo; Santiago de Cuba; Manzanillo, Granma; Caibarien en Villa Clara y Punta Alegre en Ciego de Ávila. Estas fiestas son el preámbulo de los respectivos carnavales tradicionales; sirven además de bautizo; se desenvuelven en el agua, entre juegos y competencias, y desfilan también vistosas embarcaciones-carrozas.
El Carnaval es una de las fiestas de pueblo más importante de la nación; se han mantenido por más de un siglo, revitalizándose con todo lo tradicional y novedoso que los distinguen; si hiciéramos una descripción gráfica, en imágenes y sonoridades de un carnaval cubano, reflejaría la música inundando todos los rincones; las tumbadoras, las trompetas, los cencerros, las cajas de madera, los sartenes, las latas, la corneta china; y entre emblemas, pendones y farolas, la conga va recorriendo los barrios; sumándose cada vez más personas al baile; entonces esa conga se alarga sin límite.
Quien intenta disfrutar la conga de lejos, termina contagiado por el ritmo y entra al jolgorio; digamos entonces que no hay espectadores, sino arrolladores.