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  • 60 Aniversario del Asalto a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes
2013 Edición
  • 60 Aniversario del Asalto a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes

Texto y fotos: Editora Política del Comité Central del PCC

 

Hacia 1952 soñar con transformaciones sociales radicales y profundas como política nacional que dieran un vuelco al panorama de latrocinios y miserias de la República neocolonial era prácticamente imposible. En marzo del propio año, Batista, con el apoyo del imperialismo, había perpetrado un golpe de Estado con el cual desplazaba a los partidos políticos, cancelaba el proceso de elecciones y frustraba la posibilidad real del ascenso al poder de los representantes de la Ortodoxia. Así, de manera violenta, se apoderaba del destino de Cuba un gobernante cuyo proyecto político, lejos de beneficiar al pueblo, agudizaba al máximo todas las contradicciones propias del régimen, agravándose así la dependencia y el sometimiento de la nación.

Ante la desgarradora realidad del golpe militar, el pueblo solo podía esperar un trágico futuro. Por ello, la repulsa de las organizaciones representativas fue inmediata, aunque sin éxito alguno. Del ala izquierda de la juventud ortodoxa se alzó la voz del líder estudiantil y joven abogado Fidel Castro, quien denunció firmemente los verdaderos propósitos del golpe con la convicción de que la insurrección contra la dictadura era la única vía posible para tomar las riendas de la nación.

Entre el agravamiento de la situación del país, la sucesión de gobiernos entreguistas y corrompidos, el crecimiento de los males en la sociedad dígase desempleo con su secuela de miseria y hambre, pobreza, racismo, analfabetismo, con la política de dependencia económica como testigo de una sociedad en crisis y la constante violación de los derechos civiles, la nación optaría por la solución proveniente de un proceso revolucionario radical propuesto por una vanguardia armada surgida del propio pueblo.

En 1953, año del Centenario del natalicio de José Martí, Fidel materializaría este anhelo popular. Se apoyó en las ideas del Apóstol y concibió una nueva estrategia revolucionaria para combatir a la tiranía. En torno a él se aglutinaron estudiantes y obreros fundamentalmente de la Ortodoxia; toda un generación de jóvenes para quienes el golpe de Estado del 10 de marzo había representado un desafío.

De esta manera comenzó una nueva fase de las luchas de nuestro pueblo con la  gestación de un movimiento para la insurrección armada en el que la idea de la acción revolucionaria tomó fuerza y se materializó. Este se conoció como la Generación del Centenario, cuyo líder fue Fidel y Abel Santamaría el segundo jefe. Tuvo un carácter secreto y selectivo y una estructura celular muy homogénea: obreros manuales e intelectuales, estudiantes y profesionales. La edad promedio de estos jóvenes oscilaba alrededor de los 26 años, lo cual reflejaba el vigor y empuje del movimiento.

En el apartamento de Abel y Haydeé Santamaría se realizaron las primeras reuniones. Ahí discutieron, analizaron, y decidieron el plan de acción, eligieron el objetivo.

 

El cuartel Moncada era la segunda fortaleza militar del país en nivel de importancia. La idea del movimiento era afianzarse en la zona oriental para luego extender la lucha al resto del territorio nacional. El plan incluía también la toma del cuartel Carlos Manuel de Céspedes, ubicado en Bayamo, pues en caso de un ataque al Moncada, de esta ciudad saldría el grueso de los refuerzos.

 

La fecha escogida fue el 26 de julio, domingo de Santa Ana, cuando se celebran los carnavales tradicionales en Santiago de Cuba. El tumulto y el espíritu festivo de este tipo de celebración servirían de camuflaje para el traslado de los asaltantes y de las armas. 

La acción demandaba la compra de armamento y uniformes y el alquiler de automóviles y casas para el hospedaje en Bayamo y Santiago de Cuba. Los 16 480 pesos recaudados para sufragar los gastos salieron del bolsillo y del sacrificio de los jóvenes revolucionarios quienes dejaron de comer; empeñaron sus sueldos; vendieron sus puestos de trabajo, los muebles de las casas, las pertenencias personales, etc. Los pobres recursos del Movimiento también costearon el riguroso entrenamiento que necesitaban los jóvenes para poder llevar a cabo la operación.

Una vez finalizada la etapa de entrenamiento, alrededor del 23 de julio, 162 combatientes comenzaron a salir hacia la provincia de Oriente: 135 en dirección a Santiago y los 27 restantes, hacia Bayamo. Partieron en ómnibus, tren y automóviles propios y alquilados, desde La Habana, Artemisa, Guanajay y Colón. Se despidieron de sus familias, pero sin decir realmente adónde iban y a qué.

Abel Santamaría, el santiaguero Renato Guitart y Ernesto Tizol fueron los encargados de crear las condiciones en Santiago de Cuba para recibir a los revolucionarios y llevar a cabo la acción. La granjita Siboney fue el lugar escogido para concentrar las armas y el personal porque estaba aislada y la carretera donde se ubicaba conducía directamente a las proximidades del cuartel. La noche del 25 Fidel revela el plan a todos los combatientes. El riesgo de morir era evidente, pero les sobraba patriotismo, decisión y coraje para emprender esta acción.

Antes del amanecer salieron los automóviles. Abel Santamaría, con 21 hombres, se dirigió hacia el Hospital Civil Saturnino Lora, frente al Moncada. Raúl Castro con 10 ocupó el Palacio de Justicia y Fidel con 95 combatientes atacó el cuartel Moncada.

Los asaltos iban a comenzar a las 5:20 a.m. de manera sincronizada. Ir vestidos con uniformes del ejército batistiano garantizaría el factor sorpresa. El primero de los tres grupos responsables de la Operación Posta Tres, al mando de Guitart, parquea su automóvil a unos 15 metros frente al objetivo, se acerca y saluda al  sargento y a los dos soldados de guardia. Los soldados no ofrecen resistencia pero el sargento, aún sin comprender lo que sucede, intenta accionar la alarma. Le advierten inútilmente que no lo haga, y es preciso ultimarlo de un balazo. Lo último que hace antes de caer es activar la alarma. Este inconveniente, además de provocar que se dispersaran los asaltantes, desató un fuego intenso sobre ellos. Se sucedieron varios enfrentamientos, pero la situación se tornó insostenible y Fidel ordenó la retirada. Unos cuantos lograron escapar… otros no tuvieron esa suerte.

La dictadura ordenó el asesinato de más de 60 combatientes revolucionarios que cayeron presos, quienes también fueron sometidos a las más crueles torturas. La brutal represión desencadenada por el régimen contra los moncadistas se extendió a todos aquellos que de alguna manera tenían vinculación con el M-26-7.

El ataque a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes fue y es símbolo y síntesis de la vocación patriótica del pueblo cubano, que no dejó que las ideas del Apóstol de la Independencia murieran en el centenario de su nacimiento. Este hecho inició una nueva etapa en la lucha del pueblo cubano por su libertad mediante la insurrección armada, dejando atrás las formas tradicionales de lucha política que el régimen opresor cerraba cada vez más. Fue la primera prueba político-militar de esta generación, y aunque no se cumplieron los objetivos propuestos significó el triunfo de las ideas revolucionarias.